El emprendedor, ¿nace o se hace?
Artículo original de José Antonio Ferreira Dapía, sobre el emprendedor, publicado en Mundiario el 27 de marzo de 2024.
Ey, ¡Tecnófilos!
Esta pregunta es crucial para entender qué impulsa a un individuo a embarcarse en el arduo pero gratificante viaje del emprendimiento.
Hoy nos adentraremos en un debate tan antiguo como fascinante en el mundo del emprendimiento: El emprendedor ¿nace o se hace? Esta pregunta, que a menudo se formula en el contexto del liderazgo y la innovación, es crucial para entender qué impulsa a un individuo a embarcarse en el arduo pero gratificante viaje del emprendimiento.
Primero, es importante aclarar que no existe evidencia científica que sugiera que el emprendimiento esté determinado genéticamente. Sin embargo, esto no significa que algunos no estén más predispuestos que otros a convertirse en emprendedores exitosos. La naturaleza versus crianza es una dualidad que ha sido debatida en muchos campos, y el emprendimiento no es una excepción.
La idea de que el entorno de una persona, especialmente durante la infancia, juega un papel crucial en su desarrollo como emprendedor es significativa. El ecosistema en el que crecemos – lo que observamos en nuestros padres, la influencia de nuestros amigos, la educación que recibimos – moldea en gran medida nuestras actitudes, valores y, en última instancia, nuestras aspiraciones. Un niño criado en un entorno donde la innovación, el riesgo y la independencia son valorados, podría desarrollar naturalmente una inclinación hacia el emprendimiento.
Sin embargo, el emprendimiento también es un conjunto de habilidades y actitudes que se pueden desarrollar y cultivar. Virtudes como la capacidad de soportar adversidades, la paciencia, la visión a largo plazo, el esfuerzo, la tenacidad, la ambición y la búsqueda del éxito son fundamentales para cualquier emprendedor. Estos atributos, aunque pueden ser influenciados por el entorno de uno, también pueden ser aprendidos y fortalecidos con el tiempo.
La dopamina del éxito, un término que se refiere a la satisfacción emocional derivada de lograr un objetivo, es un potente motivador.
Esto, junto con un cierto grado de egoísmo – entendido aquí como la capacidad de priorizar sus propias metas e intereses – es un combustible esencial para el motor del emprendedor.
Además, la meritocracia, la capacidad de aprender continuamente, la curiosidad, la valentía y la competitividad personal son cualidades que se pueden desarrollar. La formación y las experiencias pueden mejorar estas características, lo que sugiere que el emprendimiento también es una habilidad que se puede «hacer».
Por otro lado, el deseo de ser dueño de tu futuro y propietario de tus sueños es un impulso profundo que puede ser tanto innato como cultivado. Algunos nacen con un deseo ardiente de forjar su propio camino, mientras que otros descubren esta pasión a través de experiencias y reflexiones personales.
En el mundo del emprendimiento, vemos una mezcla de individuos. Algunos parecen haber nacido con un instinto empresarial, mientras que otros se han formado a través de experiencias y educación. Lo que es innegable es que, independientemente del punto de partida, el emprendimiento requiere un conjunto de habilidades y actitudes que deben ser constantemente desarrolladas y perfeccionadas.
La pregunta de si los emprendedores nacen o se hacen puede no tener una respuesta definitiva. Es probable que sea una combinación de ambos: algunas personas nacen con ciertas predisposiciones que los hacen aptos para el emprendimiento, mientras que otras adquieren y desarrollan estas habilidades a lo largo de su vida. Lo esencial es reconocer que, ya sea a través de la naturaleza o la crianza, el camino del emprendimiento está abierto para aquellos que están dispuestos a aprender, crecer y, sobre todo, a perseguir sus sueños con tenacidad y pasión.