Poco importa que se trate de una microempresa, una pyme o una gran compañía: la tecnología es la herramienta que nos va a ayudar a optimizar procesos, eliminar despilfarros o abrir nuevas vías de negocio; entre muchas otras cuestiones positivas.
En el mundo tecnológico hemos visto desfilar falsos mesías profesionales del consejo generando directrices sobre la implantación de tecnología.
Cuando analizamos el éxito o el fracaso de las empresas, la tecnología ha tenido un papel protagonista en la película de su desarrollo económico. He visto nacer, crecer, reproducirse y morir empresas; y la tecnología ha estado detrás de todos esos procesos.
Hace falta valentía para enfrentarse a los tiempos que corren. España tiene que competir con países que tienen un sistema formativo mejor y que disponen un caldo de cultivo para investigar y emprender más adecuado.
Los bancos en general se han convertido en entes financieras sin alma donde la asignación de cualquier tipo de operación que entrañe el más mínimo riesgo la realiza una computadora, seguramente atendiendo únicamente a datos de solvencia.
Existen ciertos departamentos en los que los trabajadores noveles están contraindicados. En toda plantilla son necesarios los colaboradores con experiencia que sepan priorizar gracias a la capacidad adquirida a lo largo de su vida laboral de separar el grano de la paja.
Tecnología y empresa, empresa y tecnología son dos conceptos que van de la mano y más en los tiempos que corren. Las empresas líderes de la mayoría de sectores lo tienen muy claro, están siempre en disposición de reacción, en ‘prevengan’.
La tecnología en las empresas no tiene sentido si no contribuye a mejorar su competitividad. Y para ser competitivos hay que ser capaces de medir la producción, siempre con datos fríos, y cuanto mayor sea el tamaño de muestra, mejor para la empresa.
Cuando un pequeño empresario comienza a tener un cierto grado de éxito, en muchos casos, su cabeza, le hace elucubrar nuevos negocios potenciales en sectores que desconoce y sobre todo se salen de su ‘corebusiness’.
España aparece en los últimos puestos en algo que hace que los países tiren fuertemente para delante: se trata del nivel de tecnologización que poseen las empresas, y esto es una cuestión de competitividad. ¿Qué repercusiones tiene esa escasa apuesta por la tecnología?