Hemos confiado una parte de nuestro futuro a Rusia y China, dos autocracias a las que en ningún caso les importa los más mínimo el resto del mundo, que únicamente piensan en sí mismas y en su expansión.
Cuando iniciamos esta serie de artículos pretendíamos desterrar todos esos tópicos que existen de Galicia (o mantenerlos, en caso de ser ciertos, basándonos en datos). Ya conocíamos la Galicia bonita, el Galicia calidade o la Galicia riquiña. Ahora conocemos la Galicia en datos.
Cuestiones como el fomento de otros tipos de turismo, mas allá del de toalla y playa, basados en la cultura, la gastronomía y el conocimiento de nuestras gentes, podrían ser un acicate para el crecimiento de esta industria.
Competir es muy difícil. Competir en diferenciación puede ser posible. Ahora bien, cuando se trata de competir en volumen, la cosa adquiere un cariz muy diferente.
Seguramente el futuro de nuestra tierra pasa por los gallegos y su capacidad de anticiparse a los movimientos económicos y a las tendencias de los mercados.
Entre los principales retos de Galicia se encuentra el hacer frente al envejecimiento demográfico del rural e incorporar nuevos avances tecnológicos al campo y a la ganadería.
Galicia, a pesar de ser la quinta comunidad autónoma en población, desciende al sexto puesto en materia económica.
Una vez más, y a la vista de los datos, nuestra Galicia queda entre el anhelo de aquello que pudo haber sido y la realidad de lo que verdaderamente es. Esa realidad que hemos fagocitado para luego asumir los hechos consumados.
La digitalización se ha convertido en un elemento clave para la Xunta en la búsqueda de la reactivación económica. Considera que se debe adaptar de forma imperiosa ya que la transformación digital trae un ahorro de costes y los ciudadanos exigen una reducción de la burocracia.
Está claro que no lo tenemos nada fácil con esta segmentación de la población para realizar la transformación digital, tanto de las personas como de las empresas, y que el envejecimiento de la población no ayuda para nada.