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Cómo Risi triunfó y fracasó a la vez

Artículo original de José Antonio Ferreira Dapía, sobre la empresa Risi, publicado el 22 de noviembre de 2023 en Diario de Pontevedra.



A VECES, hablar de fracaso empresarial no equivale a hablar de la desaparición de una compañía o producto.

Fracaso también es perder el liderazgo del sector, ser adelantado por la competencia o quedarse atrás. Que el negocio siga funcionando y siendo una apuesta fiable no niega necesariamente lo primero. En ocasiones, el éxito y el fracaso no son los antónimos que solemos creer.

Las consecuencias no tienen por qué ser catastróficas ni tampoco universales a todas las ramas de negocio de la empresa. Por ejemplo, si pensamos en las marcas de patatas fritas que consumimos, probablemente se nos vengan a la mente Bonilla o Lay’s, pero no Risi. Sin embargo, cuando se trata de gusanitos como los que los niños traen de los cumpleaños, entonces Risi sí se convierte en una casa más conocida. El caso de Risi es muy ilustrativo.


Risi, su historia.

La empresa nació en 1970 con una fábrica en Torrejón de Ardoz, en Madrid, pero tan solo cinco años después las instalaciones sufrieron un gran incendio. Contra todo pronóstico, el negocio no solo repunta, sino que hasta mejora al introducir en España los productos por los que ahora es conocido: gusanitos, palomitas, triskys, etc. El gran obstáculo llega, si acaso, en los años 90, cuando una mala gestión conduce a una serie de impagos y al cierre de la empresa durante un año entero.

De nuevo, Risi termina recuperándose, siendo en 2017 la segunda marca de snacks líder en el mercado español. Hoy en día, sigue trabajando para adaptarse a los nuevos tiempos. La empresa ha apostado por la digitalización de la gestión de sus productos, una decisión no solo beneficiosa, sino también imprescindible en la actualidad. Pero ¿y dónde quedan sus patatas?

En esa línea de negocio, en ese sector concreto, la presencia de Risi no se compara a los grandes del mercado. Sus productos más conocidos (los gusanitos, los risketos…) siguen siendo los más visibles.


Aunque, efectivamente, no podamos hablar de fracaso en mayúsculas, tampoco podemos hacerlo de éxito.

El mundo de la empresa tiene sus reglas y también sus líneas rojas. Las empresas han de evolucionar con el tiempo ya que cambian los escenarios, las circunstancias espacio temporales y también las coyunturas.

Podríamos decir que las empresas se comportan como los seres vivos. Nacen, se desarrollan y acaban muriendo. Muy pocas se libran de la muerte, aunque es cierto que algunas de ellas pueden llegar a alcanzar una enorme longevidad. Parafraseando a Darwin y en el contexto empresarial, si se me permite la comparación, no sobreviven las más fuertes, sino las que mejor saben adaptarse.