Hemos confiado una parte de nuestro futuro a Rusia y China, dos autocracias a las que en ningún caso les importa los más mínimo el resto del mundo, que únicamente piensan en sí mismas y en su expansión.
Mal pagados, mal considerados e incluso mal tratados, navegan por nuestras carreteras también cargados con sus propios sueños, anhelos y esperanzas, con la ilusión de que algún día se les reconozca, aunque sea de manera silenciosa, el mérito que por justicia merecen.
Cuestiones como el fomento de otros tipos de turismo, mas allá del de toalla y playa, basados en la cultura, la gastronomía y el conocimiento de nuestras gentes, podrían ser un acicate para el crecimiento de esta industria.
Una vez más, al poner negro sobre blanco las estadísticas nos damos cuenta de que Galicia ostenta un ecosistema empresarial de muchos pocos, donde los pocos muchos son los que contribuyen en mayor proporción al PIB.
Seguramente el futuro de nuestra tierra pasa por los gallegos y su capacidad de anticiparse a los movimientos económicos y a las tendencias de los mercados.
Entre los principales retos de Galicia se encuentra el hacer frente al envejecimiento demográfico del rural e incorporar nuevos avances tecnológicos al campo y a la ganadería.
Galicia, a pesar de ser la quinta comunidad autónoma en población, desciende al sexto puesto en materia económica.