Emprendimiento Gestión empresarial
emprender, una actividad de alto riesgo

Emprender, una actividad de alto riesgo

Artículo original de José Antonio Ferreira, publicado el martes 21 de abril de 2020 en Economía Digital.

Los empresarios debemos asumir el riesgo, pero debe ser controlado: con una vida media de cuatro años de la empresa la posibilidad de fracasar está presente.

Comencemos definiendo lo que es alto riesgo. Según los expertos,  “riesgo” es un término proveniente del italiano, idioma que a su vez lo adoptó de una palabra del árabe clásico que podría traducirse como “lo que depara la providencia”. El término hace referencia a la proximidad o contingencia de un posible daño. La noción de riesgo suele utilizarse como sinónimo de peligro.

Así las cosas, podemos intuir por el título del artículo, que emprender supone un posible peligro inminente de pegarse un batacazo monumental y, tengo que decir que no necesariamente tiene que ser así, aunque es bastante probable. Dicho esto, aunque paradójico, sin duda tiene mucho fundamento a tenor de la información acumulada tras largos años de emprendimiento, observando la propia carrera y también la de los demás. Merece entonces ordenar de la mejor manera posible todos estos conceptos.

En primer lugar, un emprendedor tiene que tener muy claro que está arriesgando no solo el dinero del banco o de algún que otro inversor, sino su propio capital,  que sin lugar a dudas tuvo que aportar en su día obligatoriamente al proyecto empresarial. Esta es una de las claves que no todos los que van a emprender tiene claro.

Hubo un tiempo en nuestro país en el que la noción que se tenía de un empresario era la de una persona que iba al banco y pedía un dinero para financiar un potencial negocio. No una parte de la inversión, sino todo el capital necesario y sin necesidad alguna de avales personales.  Esto ocurría en algunos sectores más que otros, y de aquellos polvos vinieron los lodos en forma de barrizal que duró más de diez años y que nos pilló a casi todos los “empresarios de riesgo”; que así era como nos llamaban bancarios y banqueros.

Emprender es una actividad arriesgada, pero la vida en sí misma es una actividad de riesgo, y como dijo aquel: “La vida es la causa más importante de muerte”.

El banco, un ente sin alma, de los que se dice que te dan el paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando llueve, fueron y son cooperadores necesarios y casi imprescindibles en el emprendimiento. Bien cierto es que, con la transformación digital y la llegada de nuevos actores como las fintech o las criptomonedas, y la aparición de tecnologías descentralizadas con enormes tasas de seguridad como el blockchain, la figura del banco experimentará, en mi modesta opinión, una pérdida grande de protagonismo en el emprendimiento. 

Todos los empresarios debemos asumir el riesgo, pero este riesgo ha de ser controlado. Hay que poner mecanismos de control que pasen, por ejemplo, por tener un buen consejero ajeno al día a día de la empresa para que fríamente y con los papeles encima de la mesa nos pueda dar un consejo fuera de la catarsis emprendedora.

En un escenario donde la expectativa de vida media de las empresas es de menos de cuatro años, la posibilidad de fracasar deberá estar muy presente y el empresario deberá poner todos los cortafuegos posibles y echar mano de la prudencia debida para que ello no le cueste toda la estabilidad económica personal.

Dicho todo esto, seguro que emprender es una actividad arriesgada, pero la vida en sí misma es una actividad de riesgo, y como dijo aquel: “La vida es la causa más importante de muerte”. Entonces, hagamos como nos dijo Mahatma Gandhi, vivamos como si fuéramos a morir mañana y aprendamos como si el mundo fuera a durar para siempre.