Del IBM XT/286 al smartphone que llevo en el bolsillo
Recuerdo que mis comienzos utilizando una red parecida a lo que hoy es Internet fue cuando Telefónica puso a disposición de las pymes el servicio Infovía, que por primera vez nos daba la posibilidad de conectar, con cierto grado de dificultad y baja velocidad, con Páginas Amarillas Electrónicas (PAE), un servicio que acababa de nacer dejando de ser tocho de papel para ser pioneras el camino del progreso electrónico. Era toda una revolución, se conectaba a través de un dispositivo de sobremesa de Alcatel que hoy se vería como una auténtica pieza de museo. Con su ruidillo característico y unos tiempos de conexión que hoy nos dejarían sorprendidos (en el mal sentido de la palabra).
Treinta años más tarde, aquí me encuentro, en un avión de vuelta a casa utilizando un smartphone que cabe en la palma de la mano y escribiendo este artículo a velocidad de vértigo con mis pulgares. Y podría estarlo dictando si no molestara a mis vecinos de asiento.
Este pequeño teléfono terminal que tiene mil veces más capacidad de memoria que el primer dispositivo IBM XT/286 que tuve en mi empresa, otra pieza de museo. Hoy cualquier lavadora o lavavajillas doméstico tiene un procesador muchísimo más potente.
Pero la verdadera revolución en estos momentos es lo que se va a conseguir utilizando la capacidad de conectividadque existe hoy. Sumado a las enormes posibilidades de sensorización que nos permite la electrónica digital, así como el avance en la capacidad de captar y manejar datos.
El flujo de datos a la velocidad de la luz será inmenso. Se moverán miles de millones de terabytes buscando el lugar de destino que le hayan reclamado para entrar en el bombo del big data. Este fenómeno conseguirá que, con un análisis adecuado y usando algoritmos potentes, prever la delincuencia, curar el cáncer o predecir acontecimientos terribles sin echar mano de videntes o chamanes, tan solo utilizando la ciencia y la tecnología.
Se instalarán sensores en todo lo imaginable, fluirán los datos como interminables cataratas. Sólo nos queda que sepamos utilizarlo para hacer el bien y continuar ejerciendo la mejor cualidad del ser humano: su capacidad para mejorar.
A veces envidio a las venideras generaciones, a nuestros hijos, nietos… Ellos verán lo mucho que va a ser capaz de lograr el ser humano en los próximos cien años. Seguramente si transportaran a un humano de hoy al año 2117, no sería capaz de reconocerse. Se trata de un cambio más relevante que el realizado por la humanidad desde principios del siglo XX hasta ahora.
Es posible que sea un androide el que nos despierte por la mañana y nos traiga un zumo, el mismo que atenderá a nuestros hijos y a nuestros dependientes y lo hará 24/7 sin descanso. Hará los pedidos domésticos y nos hará la vida muchos más cómoda y segura.
Seguramente en treinta años alguien pueda escribir escribir: “Del smartphone que llevaba en el bolsillo en 2017 al Dios-sabe-qué de ahora mismo”.